El principal condicionante para que un paciente no sea trasplantado es su situación clínica y que presente una contraindicación absoluta, como no ser candidato a una cirugía de esas características o enfermedades médicas en estado muy avanzado o grave que no permita indicar la realización de un trasplante renal. Es importante tener en cuenta que los equipos de trasplante siempre buscan las posibles soluciones a los problemas para que se pueda llevar a cabo un trasplante con éxito.
Existen algunas circunstancias que puede añadir dificultad al trasplante. Entre ellas, el grupo sanguíneo. Las personas del grupo cero suelen tener que afrontar más tiempo de espera que el resto de los grupos sanguíneos porque es el grupo sanguíneo más frecuente y haya más pacientes en lista de espera con este grupo sanguíneo también. Otra de las dificultades es la presencia de anticuerpos preformados como consecuencia de un trasplante o una trasfusión previa, se reducen las posibilidades de encontrar un riñón que el cuerpo no reconozca como extraño. También los requerimientos especiales, por ejemplo, la necesidad de un riñón que sólo tenga una arteria o una vena, suelen ser dificultades añadidas.
Cualquier emoción que sientas debe ser validada (rabia, frustración, miedo, desesperanza…). Se trata de un momento muy delicado porque implica aceptar que una situación que se había concebido como transitoria, la diálisis, se va a convertir el tratamiento renal sustitutivo que vas a tener que realizar de forma permanente. No olvidando nunca que el trasplante renal también es un tratamiento renal sustitutivo y que no cura la enfermedad de forma definitiva. Implica un cambio de afrontamiento y habrá que buscar relacionarse con la diálisis de una manera emocionalmente saludable. Es importante permitirse esas emociones y el equipo médico debe ayudar afrontarlas de la mejor manera posible. La vida en hemodiálisis o en diálisis peritoneal puede ser absolutamente plena y satisfactoria.
Conocer que te van a trasplantar puede generar emociones como la euforia, pero es crucial mantener la calma para no perder la perspectiva. Para afrontar de manera positiva todo el proceso, es importante comprender qué implica recibir un trasplante: los cuidados que son necesarios, la transición a una nueva situación de salud y la relación con el equipo médico. Estar bien informado sobre cada uno de los pasos y los posibles resultados evita que se creen expectativas poco realistas sobre cómo va a ser la vida tras el trasplante.
No, no existe ningún tipo de soporte adicional al proceso de trasplante.
Es imposible determinar el tiempo de espera una vez que se puede incluir al paciente en la lista de espera de trasplante. Por eso, es importante mentalizarse de que puede ser un proceso largo para no caer en el desánimo. Además, durante este periodo el paciente debe estar localizable (sin obsesionarse), llevar una vida normal, resolver las dudas en sus controles médicos, seguir el tratamiento y la dieta pautada por el médico y hacer ejercicio acorde a sus condiciones físicas y clínicas. En esta etapa puede ayudar estar en contacto con otros pacientes en lista de espera o ya trasplantados.
El trasplante renal es una cirugía compleja y es muy importante que el paciente llegue en un estado nutricional óptimo, ya que este influirá tanto en la propia cirugía como en la recuperación. Por lo tanto, es fundamental tomarse muy en serio las recomendaciones nutricionales del médico, mantener un peso adecuado y también realizar ejercicio físico de forma regular, puesto que esto ayudará a mantener una masa muscular adecuada.
Esa llamada puede llegar en el momento menos esperado. Te llamará un médico de la unidad de trasplantes para decirte que han localizado un donante compatible y que se activa el protocolo. Es crucial guardar la calma, escuchar atentamente las instrucciones y recomendaciones del médico, buscar la ayuda de un familiar o persona allegada, si crees que lo necesitas y acudir al hospital. Te solicitarán datos básicos en la primera llamada telefónica, como el día de la última diálisis y si tienes fiebre.
Antes de ir al quirófano, tendrán que realizarte una analítica general, un electrocardiograma y una radiografía de tórax. Todas estas pruebas serán valoradas por el equipo médico implicado en la intervención. Otra prueba obligatoria antes de realizar un trasplante renal es el llamado crossmatch o prueba cruzada que consiste en mezclar sangre del receptor con linfocitos del donante. El objetivo es detectar si existen anticuerpos circulantes citotóxicos que pueden matar las células vivas del órgano donado y provocar un rechazo hiperagudo. Si el crossmatch es negativo podrá realizarse el trasplante.
Como en cualquier cirugía, antes de la intervención el paciente debe firmar un consentimiento informado en el que acepta la misma y los riesgos que se puedan derivar de ella.
El tiempo de la intervención en el trasplante renal puede variar en función de las circunstancias de cada paciente, aunque la duración media suele ser de tres horas.
Es fundamental que el paciente sepa que el trasplante puede llegar a suspenderse incluso una vez hechas todas las pruebas preoperatorias y estar programada la cirugía. Las circunstancias más habituales por las que esto ocurre son porque el órgano donado no es válido o porque la prueba de crossmatch ha sido positiva.
Si tienes anticuerpos hay diferentes posibilidades para manejarlo. Hoy en día se dispone de un programa nacional de intercambio de órganos que permite recibir órganos de cualquier parte de España que sean óptimos y que cumplan las características para las cuales tus anticuerpos no atacarán a ese órgano. Dependiendo de la tasa de anticuerpos, puedes entrar en este programa o pueden aplicarte técnicas para disminuir los anticuerpos en el momento del trasplante.
El tiempo de ingreso de los pacientes trasplantados renales está en alrededor de 15 días de media. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta estancia se puede prolongar dependiendo de la situación clínica del paciente y de otras circunstancias que aconsejen que el paciente permanezca más tiempo ingresado.
La herida quirúrgica en el trasplante tiene un tiempo de cicatrización mucho mayor que una herida quirúrgica normal debido a los fármacos inmunosupresores que se deben tomar para prevenir el rechazo. De hecho, el tiempo de cicatrización medio es de dos semanas, aunque a veces se puede prolongar. Si recibes el alta y aún tiene la herida suturada con las grapas quirúrgicas, los cuidados son muy sencillos: mantenerla seca y dejarla al aire, aunque, si roza con el pantalón, debe taparse con una gasa sujeta con esparadrapo de papel que no dañe la piel. Lo más importante es vigilar que no haya dolor ni enrojecimiento, ya que son signos de infección. Una vez que se retiren los puntos, la cicatriz secará como cualquier otra.
Las recomendaciones dietéticas tras el trasplante dependen en gran medida de las circunstancias clínicas de cada persona. Al alta, lo importante es la recuperación del paciente y, por ello, es importante contar con las proteínas necesarias. Más tarde, es aconsejable seguir el patrón de la dieta mediterránea, con menús variados, ricos en fruta y verdura. Es importante limitar el consumo de sal para evitar la retención de líquidos y controlar la tensión arterial. También es aconsejable no consumir muchas grasas porque los fármacos inmunosupresores a veces provocan un aumento del colesterol en sangre y, si hay diabetes, por supuesto, limitar el azúcar.
Las recomendaciones sobre la ingesta de líquidos tras el trasplante deben ser individuales para cada paciente. Es importante que el médico valore en qué momento del trasplante se encuentra y si existe alguna enfermedad que pueda dificultar el manejo de los líquidos, como puede ser la insuficiencia cardiaca.
Inmediatamente tras la intervención, dependerá de los resultados, ya que a veces los riñones trasplantados tardan un tiempo en funcionar con normalidad. En los casos en los que el trasplante ha ido bien y no hay complicaciones, las recomendaciones sobre la ingesta de líquidos son similares a las de la población general.
Los fármacos inmunosupresores ayudan a que el sistema inmune no ataque el órgano trasplantado. Al inhibir su actividad, hacen que el paciente sea más vulnerable a infecciones, especialmente, en los primeros meses tras el trasplante. Por eso, es importante estar alerta ante cualquier signo de infección: fiebre o escozor al orinar.
La fiebre y el escozor al orinar son síntomas de infección de orina que el paciente debe saber identificar. Ante cualquier sospecha de que existe una infección debe acudir al equipo sanitario para ser evaluado.
El tratamiento con inmunosupresores es imprescindible para prevenir el rechazo. El órgano trasplantado es algo ajeno al cuerpo para el sistema inmunitario y, si no se tomase la medicación inmunosupresora, en poco tiempo el nuevo riñón sería rechazado, perdiendo su función. Por eso, es imprescindible seguir de forma muy estricta las pautas dadas por el equipo de trasplantes a la hora de tomar la medicación. Si se han marcado unos horarios es importante respetarlos y nunca saltarse las tomas.
Puedes y debes vacunarte. Tras el trasplante, deben trascurrir seis meses para comenzar con las vacunaciones. El paciente trasplantado está inmunodeprimido y por eso debe protegerse frente a aquellos virus que pueden hacerle daño: el COVID; la gripe; el neumococo cada cuatro años, el herpes zoster y del tétanos, dependiendo de la actividad del paciente.
Si el paciente va a viajar y necesita ponerse vacunas del viajero, debe consultar con su médico, ya que hay algunas, como la de la fiebre amarilla, que están totalmente contraindicadas.
Las revisiones post trasplante son imprescindibles. Es importante que el nefrólogo y el personal de enfermería de nefrología valore cómo está evolucionando el trasplante y realice los controles pertinentes para prevenir problemas futuros. Las revisiones se irán espaciando con el tiempo.
Lo aconsejable es que las consultas de seguimiento sean presenciales, sobre todo porque normalmente se acompañan de la realización de una analítica previa a la consulta. Además, el médico podrá realizar una exploración física y valorar que todo está bien. Aunque hay casos en los que el desplazamiento supone un inconveniente para el paciente y se pueden hacer online, seguramente alternando con consultas presenciales.
Generalmente, la vida tras el trasplante supone un cambio a mejor para el paciente y su familia, ya que se liberará de la necesidad de acudir a diálisis diariamente o cada dos días. Simplemente, tendrá que adaptar su vida a unos cuidados básicos, la toma diaria de la medicación y las visitas de seguimiento al hospital que serán mucho más espaciadas en el tiempo. La vida del paciente va a ser muy similar a la de cualquier persona que no padece ninguna enfermedad.
Sí, podrás volver a trabajar. El objetivo que nos marcamos con el trasplante es que la persona con enfermedad renal alcance una vida lo más parecida a la que tenía cuando no realizaba la diálisis. El trabajo hay que entenderlo como una oportunidad para alcanzar la plenitud. Dependiendo del tipo de actividad que se haga, el paciente podrá incorporase a su puesto de trabajo antes o después. No obstante, siempre debe consultarse con el nefrólogo.
Existen diferentes tipos de rechazo:
Recibir la noticia de que un trasplante ha fallado es un momento emocionalmente muy duro. El paciente vivirá un sentimiento de pérdida, que puede desencadenar todo tipo de emociones. Cualquier reacción emocional que emerja en esa situación es legítima y se debe buscar apoyo para afrontarla. Solo el hecho de volver de nuevo a diálisis, una vez que el trasplante ha fallado, puede hacer revivir situaciones difíciles que ya se han vivido en el pasado. Una buena forma de hacer frente a estas situaciones es utilizar los recursos que en su momento ayudaron a sobrellevarlas.
Tras el rechazo del trasplante, el psicólogo se centrará en ayudar al paciente a aceptar la nueva situación y a adaptarse a ella. También es importante que éste se recupere físicamente. Una vez logrado esto, es importante recuperar un estilo de vida adecuado y centrarse en otras cuestiones vitales que no sean la diálisis. A veces ayuda mantener todo aquello que se recuperó con el trasplante.
La experiencia nos dice que cuando el paciente trasplantado se involucra en las decisiones sobre su salud, confía en los profesionales del equipo que lo trata y se corresponsabiliza, los resultados obtenidos son mucho mejores. Para que un trasplante renal funcione bien el paciente debe ser muy disciplinado: es necesario que tome la medicación durante toda la vida que dura el trasplante y siguiendo las pautas proporcionadas por el equipo médico. También debe estar alerta ante las posibles enfermedades cuyo riesgo eleva la medicación, como el cáncer, las infecciones y las alteraciones metabólicas.