Aunque cualquier persona puede desarrollar una enfermedad renal crónica, hay factores de riesgo que facilitarán su desarrollo, como son la hipertensión arterial, la diabetes, los niveles elevados y permanentes de colesterol, la hiperuricemia mantenida (principal factor de riesgo de gota), la obesidad, y las enfermedades renales hereditarias.
Se produce cuando los riñones fallan y no cumplen su tarea purificadora, ya que todos los desechos se acumulan en la sangre y, paulatinamente, van envenenando y deteriorando nuestro organismo. La enfermedad puede avanzar y poco a poco se va perdiendo la función de los riñones, hasta el punto de que éstos ya no pueden limpiar la sangre de tóxicos.
Los riñones pueden dejar de funcionar de dos maneras:
Para que llegue a haber un acúmulo de sustancias tóxicas deben enfermar los dos riñones. Un riñón sano es capaz de sustituir la función del otro riñón. Por tanto, si te han diagnosticado enfermedad renal es que los dos riñones han enfermado.
Un análisis de sangre con la determinación de la creatinina y mediante una fórmula nos permite calcular el Filtrado Glomerular (FG), que es el mejor índice para valorar la función renal.
La creatinina es una sustancia que se produce del trabajo de nuestros músculos, y que genera una serie de toxinas que hay que eliminar, ya que la creatinina está en sangre y el riñón la elimina por la orina. Se puede determinar muy fácilmente, tanto en un análisis de sangre como en la orina. Por eso es un parámetro para medir la función renal. En una enfermedad renal la creatinina se eleva, ya que el riñón no es capaz de eliminarla y de filtrar.
Tu médico te preguntará qué quieres hacer, ya que puedes someterte a un tratamiento renal sustitutivo de la función renal o recibir un tratamiento conservador. Si optas por el tratamiento sustitutivo, las opciones son el trasplante o la diálisis.
Un buen control de la tensión arterial, del azúcar, y una buena alimentación nos van a ayudar a tener una mayor calidad de vida y a afrontar mejor el tratamiento.
No hay un momento concreto, ya que esto irá en función de los síntomas que presente el paciente. Estos síntomas pueden ser muy variados y, a veces, el cansancio, una anemia que no se puede controlar o un estado nutricional que no responde a un tratamiento farmacológico son suficientes para poner en marcha este tipo de tratamiento.
El objetivo va a ser siempre que tengas una buena calidad de vida. Evidentemente, empezar este tratamiento va a afectar a tu vida, ya que será algo que tengas que incorporar a tu día a día. Pero es un camino que se hace acompañado y cuando acudas al hospital el equipo médico te explicará qué puedes esperar y cómo puedes ser partícipe.
La enfermedad renal es bastante desconocida y es un cambio que afectará a tu vida y a la de tu entorno. Es importante que involucres a tu familia en todo el proceso, desde la primera consulta y hasta necesitar tratamiento renal sustitutivo.
Si ya existe enfermedad renal crónica y no cuidamos la alimentación, con una dieta rica en grasas saturadas y azúcares, vamos a acelerar su progresión. Y, si aún no existe enfermedad crónica, una dieta saludable nos ayudará a prevenir que aparezcan otras patologías que pueden desembocar en un problema renal.
Una persona con enfermedad renal avanzada debería cuidar su estilo de vida, con una buena dieta y actividad física. Tu médico te ofrecerá una serie de pautas dietéticas que te pueden ayudar a sentirte mejor. Asimismo, la Fundación Renal cuenta con Nefrodiet, una aplicación móvil que te puede resultar muy útil para cumplir las indicaciones dietéticas.
Cuando el riñón está dañado, el organismo no tiene la capacidad al 100% para depurar ciertas sustancias, como por ejemplo el sodio, el fósforo y el potasio. Por lo que es importante controlar el aporte de estos nutrientes a través de la dieta. No se trata de prohibir, pero sí, por ejemplo, de controlar la ingesta de productos ultra procesados ricos en fósforo. En el caso del potasio, se puede reducir su cantidad en los alimentos, como por ejemplo en frutas y verduras, a través de las técnicas de remojo o de una simple cocción.
Todo va a depender de las patologías que tenga esa persona y, sobre todo, de la capacidad de producir orina. Esto hará que el paciente tenga que controlar lo que bebe y adaptarlo a lo que orina. Por lo tanto, este consumo de líquidos se tiene que individualizar en cada caso.
Cuando los riñones empiezan a fallar, se retienen líquidos y por eso se pueden tener edemas. Si después de dormir te levantas siempre con los ojos hinchados es algo normal. Háblalo con tu médico para que te ajuste las restricciones de líquidos y, sobre todo, la medicación para tener menos edemas e hinchazón.
En las etapas iniciales, las recomendaciones sobre la ingesta de líquidos va a depender de cada persona. En líneas generales, si no existe ninguna enfermedad que implique hacer una restricción de líquidos como es la insuficiencia cardíaca o la cirrosis hepática, las recomendaciones son similares a las de la población general. Por lo tanto, es importante una adecuada hidratación.
Siempre se intentan adaptar las recomendaciones dietéticas a la situación de cada persona. Es importante que le expliques a tu médico qué dificultades tienes y ser muy consciente de que esas recomendaciones se van a ir modificando a lo largo del curso de la enfermedad.
Cuando tenemos enfermedad renal crónica, nuestro organismo no lo pueda eliminar de manera normal, por lo que vamos a tener que evitar su acumulación excesiva en sangre. Sin embargo, esto lo vamos a hacer conociendo la cantidad de potasio que contienen los alimentos y distribuyendo su ingesta a lo largo del día. Algo que va a depender mucho de cada persona, por lo que es fundamental que este tema lo consultes con tu nefrólogo y con el nutricionista.
Podrás hacer una vida normal, pero es muy importante tu actitud frente a la enfermedad. Sufrir una enfermedad crónica implica ir adaptándote a una nueva situación. Dentro de tus posibilidades, intenta retomar tus actividades habituales. Una vida activa y unos hábitos de vida saludables te ayudarán a llevar mejor la situación.
Todo va a depender del grado de enfermedad renal que tengas y de cómo afecte a tu vida. Existen unos criterios para la asignación del porcentaje de discapacidad atribuible a deficiencias del riñón.
Nunca hay que culpabilizarse por tener enfermedad renal crónica, ya que hay muchos factores que influyen en su desarrollo, como son los hereditarios, los genéticos, y otros como la hipertensión, la diabetes y la obesidad. Lo primero es evitar la culpa, ya que no fue algo que comiste ni que bebiste.
La enfermedad renal crónica determinará tu estilo de vida, por lo que es algo que se vive en familia y con el entorno más cercano. Es recomendable que hables con ellos de tus miedos, deseos y preocupaciones. Te pueden acompañar a la consulta y también puedes hablar con otras personas que hayan pasado por lo mismo.
La mejor recomendación es acompañar desde la escucha y la empatía. No es un momento fácil para el afectado y escuchar nos acerca a esa persona, a intentar entender qué le pasa. Sentirse acompañados les hará más fuertes para hacer frente a la situación.
Aunque desde un punto de vista clínico se considera una enfermedad completamente orgánica, las personas con enfermedad renal avanzada que reciben este tipo de apoyo aprenden a cuidarse mejor y a tener una mejor comunicación con su equipo médico.
Fundamentalmente los que se conocen como antiinflamatorios no esteroideos. Un ejemplo es el ibuprofeno. Otros medicamentos con los que hay que tener un cuidado especial son los antibióticos. Siempre hay que consultar este tema con el médico de Atención Primaria o con el personal especializado del centro de diálisis.
Es aconsejable hacerlo cuando te levantes, estés tranquilo, sentado y con el brazo bien apoyado, y hacer la medición tres veces, ya que normalmente la primera no es la real. Con una medición cada dos-tres días o, incluso, si ves que estas bien controlado, una vez a la semana sería suficiente. El objetivo es tener un registro para que el médico te ayude a modificar las dosis de medicación si es preciso.
El tiempo de vida va a depender del estado general de salud de cada persona, de qué comorbilidades tiene y de su edad. Se estima que la supervivencia de una persona en diálisis al primer año está en torno al 80%- 90%; en los primeros cinco años, en torno al 50%-60% y, a los más de diez años, en torno al 30%.
La edad avanzada, el aumento de lípidos en sangre, el sobrepeso, la diabetes, la anemia, la hipertensión arterial, el tabaquismo, son algunos de los factores de riesgo y entre las causas más comunes están:
Una enfermedad genética que se caracteriza por la presencia de numerosos quistes en los riñones. Los quistes son una especie de bolsas de líquido que, a lo largo del tiempo, van apareciendo y se van haciendo más grandes. La parte de tejido sano del riñón cada vez es menor porque está siendo invadida por estos quistes. Cuantos más quistes tengamos y más grandes sean, menos tejido renal sano vamos a tener y, por tanto, menos va a funcionar nuestro riñón.
Al ser una enfermedad genética, que se genera por alguna alteración en nuestro ADN, pueden darse diferentes tipos de poliquistosis, ya que según sea la alteración que ha generado la poliquistosis, los quistes van a ser distintos y también la evolución de la enfermedad.
Es posible, ya que también hay personas que la desarrollan simplemente porque al nacer tienen una mutación en su ADN. Pero la mayoría de los casos son heredados de un familiar muy cercano, es decir, de primer grado. Muchas veces puede suceder que ese familiar haya fallecido y desconozcas que tenía la enfermedad.
Si tienes un familiar con poliquistosis renal, hay un 50% de probabilidades de sufrir la enfermedad, de tener la mutación que produce la enfermedad. Y, si tienes la mutación, vas a desarrollar la enfermedad. Según el tipo de mutación puedes desarrollarla con mayor o menor gravedad.
Al ser una alteración en nuestro ADN forma parte de nosotros, pero se pueden tomar medidas para hacer que la enfermedad avance más lentamente. También existe un tratamiento dirigido a que los quistes crezcan y aparezcan más lentamente. Otras cosas que se pueden hacer son controlar muy bien la tensión arterial, llevar unos hábitos de visa saludables, no fumar… Es decir, todo lo que influye en la evolución de la enfermedad renal crónica.
Existe un tratamiento que se llama Tolvaptan que ha demostrado que disminuye la velocidad en la que los quistes aparecen y crecen, por lo que aumenta la supervivencia de la parte sana de riñón. Es importante empezar el tratamiento lo antes posible, cuando los quistes son pequeños y todavía no han invadido la parte de tejido sano del riñón.
Está indicado para aquellos pacientes en los que, por la mutación genética que tienen y por el tamaño de los quistes y del riñón, se estima que van a tener un alto riesgo de progresión de la enfermedad renal, es decir, una rápida evolución. Actualmente, solo está autorizado para estos casos. Por eso es muy importante el control de la tensión arterial y llevar unos buenos hábitos de vida.